lunes, 7 de julio de 2014

Como educamos a nuestros hijos


Muchas veces los padres buscando y deseando lo mejor para sus hijos les empujan a realizar actividades sin preguntarles si realmente van a disfrutar practicándolas. No se detienen a reflexionar para descubrir que no son como ellos. Los niños tienen identidad propia y no hay dos iguales. Al empujarles a que realicen un sinfín de actividades, no se dan cuenta que los están forzando, ya que se les dirige muchas veces a realizar y aprender lo que ellos no lograron, no pudieron o quizá no se les permitió. Y digo forzar ya que detrás de ese beneficio aparente que se le proporciona al niño, está la presión inconsciente de que lo han de lograr o, por el contrario, el fracaso sería doble o quién sabe si triple ya que no han superado la expectativa esperada por sus progenitores. 

En lugar de volcar los sueños y aficiones en ellos engañándose de que eso les permitirá ser mejores y más felices, sería recomendable observarlos, escucharlos y permitirles que practiquen aquellas actividades que les gustan, de esa forma desarrollan sus cualidades. La práctica de las cualidades siempre será positiva ya que les facilita un caminar más directo y compensador hasta que encuentren su lugar. 

Nuestros sueños son nuestros y ellos tienen los suyos, la mejor recomendación para que ellos disfruten de sus cualidades y se esfuercen por mejorarlas es que los padres también lo hagan. Ese ejemplo sí ayuda, sí sirve, sí contagia. 

Todos tenemos cualidades especiales que nos identifican y caracterizan y se ha de intentar que los niños las puedan conocer, valorar y potenciar desde una edad temprana, y si son creativas mejor que mejor. Los padres no deben tener miedo a la creatividad, no deben creer que elegir un camino creativo pueda marcarles un rumbo poco firme y estable. Si aprenden a hacer aquello que aman les permitirá no solo mantener su mente quieta dejando libre la intuición y por lo tanto comprender con mayor rapidez que deben hacer en la vida, sino que les proporcionará un camino más fácil, más rico, más completo pues permanecen escuchando el sentir hondo del corazón.

Reflexionemos, el Dios Dinero no hace feliz a nadie, sobre todo cuando no se disfruta, tarde o temprano el muro de la apariencia cae, ya sea por causas ajenas o circunstanciales y  el vacío es difícil de volver a llenar si no se han conservado vivas las cualidades. Si se mantiene la escucha interna y se es fiel a los sentimientos, las trabas y pruebas que la vida nos ofrece serán fáciles de sobrellevar. Sin embargo la práctica de las cualidades se olvida o se deja generalmente para momentos de vacación, para días festivos o para cuando uno se jubila, mientras la dirección primera de la vida está enfocada a ganar dinero y competir. Se dice que el dinero ayuda y, sí que ayuda, pero muchas veces supone una trampa para continuar engañándose en una sociedad vacía de valores donde todo está permitido  y donde se ha de consumir para ser feliz. El dinero es una energía y ha de fluir no se le debe limitar controlando su dirección o finalidad, cuando hacemos lo que sabemos hacer y amamos, la prosperidad nos aporta todo aquello que necesitamos.

La vida fácil, es decir, “tener de todo” sin haber aprendido a luchar ni a esforzarse por: estudios, desarrollar cualidades, intentar lograr los sueños… es muy peligrosa, se olvida con facilidad lo más importante en la vida, que es escucharse y conectar con el ser que habita en nosotros. Se olvida que ser es mucho más que tener. Se olvida que la vida en si es sencilla y que puede proporcionarnos todo aquello que necesitamos si actuamos  de forma sencilla o dicho de otra forma si somos consecuentes con lo que sentimos.