miércoles, 1 de abril de 2015

Compromiso – LUZ - COLOR



Responsabilidad y Entrega

Esta mañana al despertar, sin moverme, sin levantarme y  consciente, recordé que hace más de 20 años hice un compromiso profundo, íntimo y silencioso para ser yo misma y reencontrarme. Compromiso que me arrastró día a día haciendo aquello que más me costaba, intentando una y otra vez vencer mis sombras. 


Algo después, he recordado que ya había hecho otro compromiso mucho antes, tan solo tenía 4 o 5 años. Recuerdo que en aquel entonces me dije en voz clara y rotunda “pintaré y jugaré con colores toda mi vida”. Este compromiso marcó una línea en mi camino, a veces curva o quebrada y en momentos especiales conseguí trazarla recta. Fue un buen compromiso, el mejor. Me obligó siempre a persistir haciendo aquello que amaba. Bastantes años después, formulé mi segundo compromiso, éste me enseñó la impecabilidad para ser consecuente, honesta y responsabilizarme al completo de mi vida, no sólo en lo que amaba sino también en todo aquello que la vida me ponía por delante.


Tal como hoy lo siento en estos últimos años, poco a poco he ido comprendiendo que aquello que hice y que hago, tenía y tiene una forma y contenido necesario para proseguir con mis dos compromisos unidos, El Color y La Luz.


Cuando empecé a ser adulta las palabras compromiso, responsabilidad y entrega me asustaban, creía que ser adulta era una carga pesada, dura, difícil y solitaria. Quería ser niña porque también creía equivocadamente que serlo me eximía de responsabilidades y compromisos. Durante muchos años creí que la vida me empujaba a comprometerme y responsabilizarme de otras personas hasta que descubrí que estaba totalmente equivocada, la vida no me obligaba, era yo misma que intentaba ser la mejor y que me quisieran por lo que hacía por los demás. Entonces decidí aprender a comprometerme solo con mi vida y no con la de los demás, aprendí a responsabilizarme de mi vida y no de la de los demás y me entregue a mi vida por completo. 


Al hacerlo descubrí que comprometerme, responsabilizarme y entregarme a mi vida no era una carga ni era difícil, todo lo contrario me permitía hacer todo aquello que amaba, todo aquello que desde niña me gustaba y por ello disfrutar en cada momento. Descubrí que además de disfrutar haciendo aquello que amaba, también amaba lo que tenía que hacer aunque en principio no me gustase. Esto último fue un regalo añadido que supuso un cambio enorme, pues la actitud toda, había cambiado, había dejado de estar enfrentada con la vida y con las personas.


Mis dos compromisos implicaban, desde luego comprometerme, después responsabilizarme y entregarme y en esa actitud me permitió comprender que me faltaba dar un paso más allá. Poco a poco, sin expectativa y sin exigencia me entregué a lo Alto,  fue más sencillo de lo que podía imaginar y totalmente gratificante. 


Nuestro proceso nunca es una carga, se vuelve pesado cuando nos responsabilizamos de los caminos de los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario