viernes, 28 de noviembre de 2014

Violencia, contenida y salvaje/Diálogo, tolerancia y libertad



De nuevo como cada año se ha celebrado la Plataforma Unitària contra “Les Violències de Gènere” este lunes 24 de noviembre, vísperas del "Día Internacional per a l´Eliminació de la Violència envers les Dones" y décimo aniversario, se celebró en el Parlament de Catalunya, y el martes día 25 en el Saló de Cent de l´Ajuntament de Barcelona.

Y como no hay casualidades, esta semana los seis cortos que reúne la productora el Deseo en la película “Relatos Salvajes” me llenaron de violencia y de humor al mismo tiempo y me pregunté: ¿Está bien que me ría de la violencia? ¿Quizá es porque no me siento identificada? Y ¿Está bien que la cultura se detenga para producir violencia?, o ¿Es recomendable ocupar nuestro tiempo viendo la violencia que existe aunque esté en clave de humor? Lo cierto es que me reí en algún momento, lo cierto es que desgraciadamente la violencia, es una realidad allí donde nos hacen mirar. Una realidad más cercana de lo que uno se imagina y desea. 


Los cortos nos mostraban diferentes historias y no tengo ninguna duda en que están basadas en hechos reales, diferentes historias en situaciones diríamos, normales o posibles: un ingeniero y la grúa, dos conductores en carretera, un matrimonio en su celebración de boda, un accidente en la noche, el azar del encuentro en un bar…. Situaciones todas ellas posibles y/o habituales.
La respuesta de todos ellos es lo preocupante y ahí incido, es preocupante no conocer la respuesta personal ante situaciones inesperadas, no conocer la reacción interna y externa que puede generar. Creo que nadie debe sentirse excluido en una situación inesperada, y aunque nos preguntemos como reaccionaríamos nosotros ¿lo sabemos ciertamente? No. Se ha de asumir la propia violencia en lugar de verla lejos y verla con toques de humor, no sé si es sano. Reírse de lo brutal y salvaje que podemos llegar a ser es algo serio, nos arrastra a nuestra parte animal y salvaje. Muchas veces se define y clasifica a tribus como salvajes cuando sus costumbres son mucho más civilizadas y respetuosas que las que demostramos en la actual. Muchas veces vemos animales “salvajes” actuando de forma muy humana y sensible.

El ser humano debe dejar atrás su parte animal y llegar al humano si quiere evolucionar.
Es cierto que la violencia masculina es más frecuente que la femenina pero eso no basta ni consuela, ni salva, también la mujer tiene desarrollada la violencia aunque esté más controlada, contenida y escondida. De igual forma que en el hombre explota y muchas veces muestra su agresividad como algo viril, la mujer la esconde y no quiere asumirla. En estas seis películas cortas podemos ver como personas diríamos con vidas “totalmente normales”, sacan su violencia más profunda y salvaje. Si leemos el periódico o escuchamos las noticias tanto de nuestro país como de otros, constatamos que la violencia nos rodea, envuelve y quizá nos acosa ¿para qué nos riamos? o ¿para que seamos conscientes?

Las emociones contenidas, los problemas sin resolver, la tensión acumulada sin tomar los ejercicios necesarios para soltarla, la impotencia ante reales injusticias, la falta de comunicación y diálogo entre los seres humanos, las crisis generalizadas, el ejemplo egoísta de una sociedad deshumanizada, el estrés, la carencia de derechos humanos, … ¿Hace falta algo más para que la violencia explote? ¿No son suficientes motivos, cada uno de ellos en sí mismo, como para mostrar violencia en situaciones inesperadas de impotencia? De la cordura a la locura existe solo la distancia de un hilo de nailon casi imperceptible.
Una vez más, recuerdo y doy ánimo para que todos, cada uno en su individualidad personal, resuelvan sus problemas emocionales que van acumulándose desde la infancia para poder ser adultos sanos y libres. Libres en generar tolerancia y diálogo y no violencia, libres entregando generosidad y no haciéndose daño a sí mismos y a su entorno.

Merece la pena sanar las emociones antes que verse envueltos en actos violentos que nos avergüencen, nos duelan o nos arruinen la vida. Merece la pena conocer y asumir nuestras emociones para transformarlas en armas de paz de tolerancia y libertad.

Merece la pena que demos buen ejemplo de tolerancia y escucha a nuestra juventud para que ellos no acumulen su violencia y sí la sanen. Merece la pena poderse reír de actividades más humanas y enriquecedoras en lugar de alimentar la violencia.

viernes, 21 de noviembre de 2014

La Verdad nunca hace daño si surge desde el corazón



Las medio mentiras y las mentiras envueltas en buenas intenciones aparentes, muchas veces se convierten en verdades terribles difíciles de aceptar y  asumir.
Podríamos distinguir dos clases de verdades: la verdad de la mente y la verdad del corazón y junto a ellas dos claras actitudes con rasgos diferentes. La primera tiene su fuerza y su convicción en la razón de la lógica, los datos y la mirada inconsciente y automática hacia el futuro o el pasado, es decir, prevé consecuencias. La segunda, la verdad del corazón, parte de la razón del co-razón que subyace en la profundidad del ser donde no hay datos y si sentimientos, donde no hay futuro ni pasado, tan solo un  eterno presente en cada instante.

 La verdad de la mente en su actitud crítica y comparativa busca resultados o expectativas proyectándose hacia el futuro. Si se proyecta hacia el futuro, genera miedos inconscientes o conscientes, si la visión se proyecta hacia el pasado, genera culpas. En estos dos estados emocionales, miedo o culpa, normalmente e inconscientemente, se crea una reacción que produce mentiras piadosas o, envuelve la verdad entre rabia y queja. Una actitud y creencia “especie de salvoconducto para sobrevivir” intentándonos convencer con frases como: hice lo correcto, no tengo que hacer sufrir a nadie, así no se preocupará…. sin tomar conciencia de que la verdad a medias  hace daño a la persona a la que va dirigida.


En la verdad del corazón, ni existe crítica ni juicio, no hay expectativa, ni deseo y desde luego no existe el miedo ni la culpa. Sólo se percibe un sentir hondo asumiendo una realidad clara y concreta que puede expresarse sin agresiones, porque la verdad conlleva rigor, sinceridad, valentía y generosidad. Una verdad que encierra silencio en la espera paciente, del que sabe que toda circunstancia llega en el momento adecuado y aporta lo necesario en el proceso de aprendizaje que se llama vida. Transformar o disfrazar esta realidad convierte a la verdad en mentira. Decir la verdad desde el sentir hondo del corazón también conlleva severidad, expresarla desde la mente conlleva dureza incluso maldad disfrazada, aunque sea inconsciente. 

La severidad del corazón no hace daño, solo nos pone delante aquello que nos cuesta ver y aunque nos moleste reconocerlo no nos sentimos heridos, al contrario se agradece ya que nos permite aceptar y reaccionar para actuar y poder cambiar la actitud. 

En cambio en la verdad de la mente, la dureza de la crítica y el juicio si hace daño, generan reproche, maltrato, injusticia, rencor, rabia y alimenta la separación y el distanciamiento.

Mentir nos separa de la conciencia-luz y nos penetra en la sombra de la ignorancia.

Siempre me pregunté ¿Porqué hay personas que se quejan diciendo que la verdad hace daño? Porque detrás de la verdad inconscientemente se esconde la mentira, adornada de bondad, y falsa compasión. Es una verdad a medias expresada bajo la influencia e impulso del miedo o la culpa. 

Decir la verdad a medias, crear mentiras piadosas, creer que la verdad duele, pensar que no se puede ser sincero… todas ellas son actitudes de autoengaño. 

Es mejor siempre ser sincero y honesto con lo que sentimos y, sobretodo, ser consecuente con nuestra verdad del corazón, única razón válida.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Miradas de niño “Suport a la Lectura”



Sembrar sonrisas en miradas sinceras es gratificante, despertar imaginación entre colores y formas es sencillamente hermoso.
Llegar a los corazones inocentes de los niños con reflexiones profundas provoca una sonrisa reconfortante.
Observarlos y escucharlos en su maravillosa y vital diferenciación te llena de alegría e inocencia.


El mes de octubre me regala todos los años acciones creativas con niños entre 7 y 8 años, universos multicolores de sueños todavía vivos entre mil capacidades únicas aun por desarrollar. El Ayuntamiento de Barcelona a través del IMEB ha creado en estos últimos años un programa de “Suport a la Lectura” . Está creado para estimular la lectura como apoyo y refuerzo en colegios para que los niños puedan disfrutar al leer y aprender en su tiempo libre. Conocimientos que en una nueva generación darán sus frutos en adolescentes y adultos.
A esta edad todavía leen poco, quizá mucha informática, mucho juego digital, muchos libros visuales y hay que  acompañarlos en la lectura, para que sientan los cuentos maravillosos que hoy día se editan. Contarles cuentos desde la profundidad espiritual que estos encierran les permite comprender la vida en su totalidad, es hermoso y es necesario. Más allá de las apariencias se esconde un mensaje oculto, es el adulto el que ha de descifrarlo para trasmitírselo a los niños, y que ellos  lo capten, lo registren y no lo olviden.
Los niños se llenan de todo y de todos porque están abiertos  ilimitadamente a todo. Es un buen momento para llenarlos de ternura, confianza, alegría, sonrisa, comprensión... Hoy día  a través de fuentes no muy recomendables les llega demasiada información precisamente no adecuada.
El tiempo de la vida del  adulto ha de encontrar “tiempos” a lo largo del día para dedicar tiempo al niño, poder darle la atención que necesita es básico para su crecimiento y desarrollo, tanto emocional, mental como cognitivo. El adulto debe transmitirle a través del juego, de la lectura, de los ejercicios matemáticos, del compartir… valores donde pueda refugiarse y encontrar su propia valoración. Al dedicarles tiempo se les escucha, se les conoce y se les puede orientar para que no dejen de sentirse seguros, dispuestos a poder afrontar los conflictos que puedan sucederle a lo largo de su crecimiento.


Nunca es bastante lo que entre todos podemos aportar al desarrollo evolutivo del niño, del ser que se debe descubrir y sentir su camino con claridad y autoestima.
Siempre es nuevo el aprendizaje con ellos, siempre es enriquecedor y agradecido. Desde luego que puede desmontar tu ritmo, desorganizar tu tiempo, movilizar tu estructura diaria, aportar cansancio físico… pero todo se desvanece al detenerte y recordar sus gestos, palabras, entrega, sus dibujos y colores. Merece la pena para que el adulto no deje en el olvido su niño interior y siga también creyendo en él y en la vida, mejor ejemplo no se les puede dar a los niños.

viernes, 7 de noviembre de 2014

El tiempo es lo que tu quieres que sea



Los años desaparecen casi sin tomar conciencia y, de tanto en tanto, nos rescatan para mostrarnos una realidad, ya casi en el olvido, vivida en su momento como importante y necesaria. El muro de Berlín se derrumbó hace 25 años. Y se pregunta uno ¿ya han pasado 25 años?  Sin darte cuenta la velocidad de la mente te lleva del presente al pasado en un vuelo instantáneo: mayo del 68, Kennedy, La Constitución, el Tsunami, Mandela, 6 años ya cumplidos de crisis, mamá hace ya tres años que murió…. En un segundo todo existe o deja de existir, ¿Así es la vida?
La velocidad de nuestra sociedad es un hecho real, la de nuestra mente también. 


Tal velocidad ¿Es para que todo pase demasiado deprisa sin dejar apenas huellas momentáneas? O ¿Para que realmente no nos importen demasiado los acontecimientos sin poder quedarnos atrapados en ellos?
 ¿Es alarmante esta velocidad? o ¿quizá es necesaria para que olvidemos rápido lo que un día creíamos importante? Posiblemente sea sólo un ensayo de desapego y un aprendizaje para no dejarnos arrastrar al pasado por la mente.
Si la velocidad de la vida implica deslizarnos en ella sin que nada nos salpique ni nos roce, creo que no me gusta. Para mi es necesario intentar implicarse, sentir, tomar direcciones, situarse sin que, eso sí, nada externo nos afecte. Si evitamos que la realidad nos salpique, es porque tenemos miedo a que nos arrastre y esto puede ocurrir cuando uno no está bien situado. Quizá porque todavía no se ha detenido a escucharse, sentir y tomar posiciones, es decir porque todavía la velocidad de la mente no la ha sabido detener. Por otro lado la velocidad de los acontecimientos en los que vivimos nos permite un continuo desapego de hechos, imposibles de archivar, ya que no son necesariamente clasificables, sobre todo si queremos mantenernos en un cierto orden y armonía. Así que la velocidad de los acontecimientos que ocurren en la sociedad nos permite observarlos a distancia, podemos reflexionar y dejar que sucedan con una confiada aceptación. Si reflexionamos en lugar de dejarnos arrastrar por la mente hacia el pasado o futuro no nos implicaremos en temas ajenos a nuestras vidas, aprendiendo de esas circunstancias externas.
Por ejemplo: si vemos que la actitud de nuestros políticos en general es de prometer acciones imprescindibles para el bienestar y no las cumplen ni por casualidad, podemos decidir no prometer nada que no estemos seguros de poder cumplir, si vemos claramente que nos venden mentiras que pueden hacer daño a otros, podemos aprender a no vender nada que pueda hacer daño a nadie, si juzgan, no juzguemos, si…
Al final como siempre podemos ver el lado positivo de todo lo que nos rodea sin dejarnos abatir por los acontecimientos.
El tiempo es lo que tú quieras que sea; veloz, lento, alarmante, implacable, permisivo, aprovechable, expansivo…. El tiempo es vida, mejor vivirla conscientemente, reflexionando lo justo sobre lo que nos rodea y, haciendo aquello que sentimos aunque el resto del mundo no lo haga. La vida, el tiempo, la consciencia, la verdad, la bondad, la belleza… todo es relativo, será tal cual tú lo vivas.

Si hace 25 años que se derrumbó el muro de Berlín, ¿nosotros en estos 25 años hemos derribado nuestros propios muros para lograr ser auténticos? ¿Hacemos aquellas cosas que siempre quisimos hacer? En nuestro silencio de almohada sabremos si hemos dejado caer nuestro muro o si por el contrario todavía se mantiene firme impidiéndonos cruzar la barrera entre lo superfluo o lo beneficioso e imprescindible.