viernes, 7 de noviembre de 2014

El tiempo es lo que tu quieres que sea



Los años desaparecen casi sin tomar conciencia y, de tanto en tanto, nos rescatan para mostrarnos una realidad, ya casi en el olvido, vivida en su momento como importante y necesaria. El muro de Berlín se derrumbó hace 25 años. Y se pregunta uno ¿ya han pasado 25 años?  Sin darte cuenta la velocidad de la mente te lleva del presente al pasado en un vuelo instantáneo: mayo del 68, Kennedy, La Constitución, el Tsunami, Mandela, 6 años ya cumplidos de crisis, mamá hace ya tres años que murió…. En un segundo todo existe o deja de existir, ¿Así es la vida?
La velocidad de nuestra sociedad es un hecho real, la de nuestra mente también. 


Tal velocidad ¿Es para que todo pase demasiado deprisa sin dejar apenas huellas momentáneas? O ¿Para que realmente no nos importen demasiado los acontecimientos sin poder quedarnos atrapados en ellos?
 ¿Es alarmante esta velocidad? o ¿quizá es necesaria para que olvidemos rápido lo que un día creíamos importante? Posiblemente sea sólo un ensayo de desapego y un aprendizaje para no dejarnos arrastrar al pasado por la mente.
Si la velocidad de la vida implica deslizarnos en ella sin que nada nos salpique ni nos roce, creo que no me gusta. Para mi es necesario intentar implicarse, sentir, tomar direcciones, situarse sin que, eso sí, nada externo nos afecte. Si evitamos que la realidad nos salpique, es porque tenemos miedo a que nos arrastre y esto puede ocurrir cuando uno no está bien situado. Quizá porque todavía no se ha detenido a escucharse, sentir y tomar posiciones, es decir porque todavía la velocidad de la mente no la ha sabido detener. Por otro lado la velocidad de los acontecimientos en los que vivimos nos permite un continuo desapego de hechos, imposibles de archivar, ya que no son necesariamente clasificables, sobre todo si queremos mantenernos en un cierto orden y armonía. Así que la velocidad de los acontecimientos que ocurren en la sociedad nos permite observarlos a distancia, podemos reflexionar y dejar que sucedan con una confiada aceptación. Si reflexionamos en lugar de dejarnos arrastrar por la mente hacia el pasado o futuro no nos implicaremos en temas ajenos a nuestras vidas, aprendiendo de esas circunstancias externas.
Por ejemplo: si vemos que la actitud de nuestros políticos en general es de prometer acciones imprescindibles para el bienestar y no las cumplen ni por casualidad, podemos decidir no prometer nada que no estemos seguros de poder cumplir, si vemos claramente que nos venden mentiras que pueden hacer daño a otros, podemos aprender a no vender nada que pueda hacer daño a nadie, si juzgan, no juzguemos, si…
Al final como siempre podemos ver el lado positivo de todo lo que nos rodea sin dejarnos abatir por los acontecimientos.
El tiempo es lo que tú quieras que sea; veloz, lento, alarmante, implacable, permisivo, aprovechable, expansivo…. El tiempo es vida, mejor vivirla conscientemente, reflexionando lo justo sobre lo que nos rodea y, haciendo aquello que sentimos aunque el resto del mundo no lo haga. La vida, el tiempo, la consciencia, la verdad, la bondad, la belleza… todo es relativo, será tal cual tú lo vivas.

Si hace 25 años que se derrumbó el muro de Berlín, ¿nosotros en estos 25 años hemos derribado nuestros propios muros para lograr ser auténticos? ¿Hacemos aquellas cosas que siempre quisimos hacer? En nuestro silencio de almohada sabremos si hemos dejado caer nuestro muro o si por el contrario todavía se mantiene firme impidiéndonos cruzar la barrera entre lo superfluo o lo beneficioso e imprescindible.

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